ESPANTAPÁJAROS CON CORBATA PARTE CINCO

CINCO: SOMOS TODOS ESTRELLAS AHORA, EN EL SHOW DE LOS TONTOS. El traslado del cadáver de Renato y su recepción en la morgue para la identificación del cuerpo por sus familiares iba a tener un agregado de varios enteros sobre el estrés promedio habitual, pronosticó Cañarte. Y para su amargura, no se equivocó. Primer escollo al llegar el camión forense a la morgue. Una oleada de reporteros, muchos de ellos de la farándula y prensa rosa, advertidos no más de unos minutos atrás del deceso, estaban ya haciéndose un torbellino de caras y manos aferrando celulares en modo grabación, pugnando entre ellos como buitres ante una carcasa podrida la exclusiva del fallecimiento de un conocido locutor radial. Rodrigo había parqueado una cuadra más arriba para evitar tardarse en hallar espacio disponible, logrando con mucha suerte un precario espacio. El sitio estaba lleno de vehículos del que había descendido tanto periodistas como colegas del muerto. Y estaban ya aglomerando la entrada de la morgue al punto que obligaron al chofer del camión darle a la bocina varias veces para abrirse paso. Refunfuñando por la escena y por el dolor de sus pies que ya empezaba a torturarlo, Rodrigo se hizo camino entre el montón de tipos que buscaba respuestas. No se dio cuenta del error cometido hasta que la prensa vio en él un potencial de exclusivas y lo abordaron rodeándolo.
- ¡Por favor, unas palabras sobre la muerte del señor Ordóñez! - ¿Es usted familiar, colega o conocido del fallecido? - ¡Señor, unas palabras para Los Sapos de la Tele! - ¿Es cierto que fue un suicidio? ¡Confirme por favor que estamos al aire! - ¡Hay rumores de un asesinato por líos de faldas! ¿Nos confirma esa premisa por favor? - ¿Sabe cuánto dejará de herencia el muerto para su familia? - ¿Nos deja saber su opinión del suceso? ¡Estamos en vivo para Bocas Chismosas! Fue tan impetuosa la arremetida de los entrometidos contra Cañarte que consiguieron cohibirlo un poco. Este en su ofuscación por no saber a qué pregunta contestar primero, deseando aclarar primero que su papel aquí era únicamente de criminalística forense; sólo logró alzar las manos para tratar de apaciguar la sed de morbo de los que aferraban, con un total fracaso. Las preguntas eran disparadas sin cesar, haciendo bullir en el interior de Cañarte una mezcla de rabia, impotencia y coraje por la mínima calidad del profesionalismo de esta gente. De continuar esta indetenible oleada de subnormalidad deberá echar mano de…
Detonó un tremendo disparo, haciendo que todos los reporteros echasen a correr entre chillidos. - ¡¡FUERA, FUERA, ZÁNGANOS HIJUEPUTAS!! Rodrigo quedó boquiabierto, ante el furibundo sujeto que enarbolaba un revólver de dotación y que había logrado espantar al enjambre de reporteros. Guardó el arma y se aproximó con una sonrisa chueca hacia el teniente. Llevaba puesto un pantalón de tela de corte irregular con algunas áreas pulidas por el uso, con una camisa al que ya le faltaba un par de botones y una chompa de cuero café, agrietada en los codos y el cuello. Sus zapatos deslustrados armonizaba con la desgarbada vestimenta del individuo, de facciones anchas, endurecidas, ojillos diminutos y perspicaces y nariz aguileña pronunciada. - Puta que son rudos estos periodistas. Y mal llevados encima, les pide de favor las cosas y es hablar a la tapia. Ya tocó sonarles un pepo para asustarles. ¿Trabaja aquí, mi sub? – le silbó, más que le habló, con un profundo acentuado de las eses. - En efecto. Me llamo Rodrigo Cañarte, teniente de criminalística. – Rodrigo prefirió responder con cortesía pues con lo fácil que le fue a su interlocutor soltar un balazo no dudaba que ante la menor provocación otro plomo saldría hacia su persona. - ¡Elé carajo! Sabrá disculpar mi tenientito, uno es recién llegado y no conoce a quien habla a veces. Me presento, subteniente Pedro Manuel Suntaxi, para servirle. – respondió con un toque de sumisión, quizá por jerarquía, quizá por imposición en genes, quién sabe. Se llevó la mano a la cabeza y la bajó como humillándose ante un superior. Rodrigo pasó de la estupefacción a un suave desdén. El orden jerárquico institucional clásico. Agacha la cabeza ante el superior, pisotea al que tienes debajo. Único norte, ascender, ascender, ascender. Aguanta primero, aplasta después. Siempre había sentido rebeldía ante tal orden impuesto y hoy no sería la excepción. - Pedro, es un gusto saludarlo. Puede referirse a mí como Rodrigo. Estos cargos son principalmente nominales y no existe ningún motivo para que hacia usted no me dirija con respeto y consideración. Somos colegas entonces, no debería rebajarse ante mí. – Contestó con voz amable. Vio cómo Pedro alzó la cabeza y leyó interrogación en sus ojos. Capaz no haya entendido la mitad de las palabras o simplemente nunca había sido tratado así por un “superior”, lo mismo daba. - ¡Bueno mi teniente, ha sido un gusto! Le juro que a mí todos esos periodistas hechos los muy muy me caen al huevo, sobre todos esas perras que se banderean con micrófono y más están para mostrar teta. Por los menos des di espantando con el plomazo – siseó nuevamente con una risita al final. Tras eso, saludó con la mano en frente y se alejó. Segundo escollo, definitivamente. Una vez adentro se dirigió hacia la sala de necropsias en donde ya estaban practicando y registrando la autopsia de Renato. El olor a carne atufada y sangre le era familiar, pero no por eso agradable bajo ninguna circunstancia. Por lo menos las arcadas de sus primeros años ya no se presentaron. Renato Ordóñez estaba tendido, completamente desnudo en una mesa de metal, siendo disecado prolijamente por el médico forense, éste protegido con bata, guantes, lentes y cofia desechables. Adornado por algunas manchas de sangre. En la mesita de Mayo se veían diversas herramientas como escalpelos, tijeras, sierras y separadores. La mitad del rostro de Renato estaba cubierta por su propio cuero cabelludo, abierto en transversal desde la coronilla y avulsionado para exponer el cráneo. Ya la masa encefálica reposaba al lado del cadáver en una balanza. El hueso esternón del tórax había ya sido aserrado por la mitad y corazón con pulmones expuestos mediante un separador con lo que costillas, pleuras y demás estructuras quedaban visibles sin problema. También habían sido extraídos y analizados corazón y pulmones, siendo regresados posteriormente a su lugar original. La actividad ahora estaba centrada en el abdomen, igualmente abierto sagitalmente hasta el hueso púbico. El forense en ese momento observaba un bulto vinoso, del cual sobresalían diversos puntos de rotura de su vaina, llamada cápsula de Gleasson. Se escuchaba la descripción del forense.
- Hígado, cápsula de Gleasson rota en varios lugares con lesión y pérdida de sustancia por causas posiblemente contusas. Signos de estallido. Hemorragias determinables con sangre en cavidad abdominal. – En ese momento notó la presencia de Rodrigo y apagó la grabadora. – Qué dice mi teniente, ya estaba a la mitad de la necropsia. - Hola doctor, ¿cómo avanza esto? - Hasta el momento no he registrado huellas de heridas punzocortantes o de arma de fuego. Ya nomás reviso las extremidades para establecer fracturas y dejo grabando causas de muerte. Un minutito. - Dése su tiempo doctor, ignore que estoy aquí. - Gracias. Rodrigo Cañarte tenía su fama de ser amable y paciente cuando las cosas transcurrían normalmente, pero si se sucedían muchos errores la gente podía temblar, pues se volvía una fiera implacable. De momento, las cosas transcurrían fluidamente. El forense centró atención en otros órganos sólidos del abdomen, como el páncreas y el bazo, que asimismo tenían signos de estallidos por lesión contusa, que hasta partes del intestino se habían roto. Claro, pensó para sí Cañarte, debías ser de goma para que no te estalle nada cayendo sobre granito desde 20 metros. Finalmente, el forense emitió el dictamen. - Diagnóstico clínico: Traumatismo craneal encefálico con pérdida de masa encefálica, desprendimiento de ojo derecho de su órbita, politraumatismos tanto con fracturas óseas en cráneo, columna dorsal y en 2 extremidades; como estallidos de órganos abdominales. Causa de la muerte: paro cardiorrespiratorio por destrucción de varios órganos y choque hipovolémico por pérdida de sangre. Manera de la muerte: Suicidio por arrojamiento voluntario desde 20 metros de altura sobre superficie dura. Tiempo aproximado de la muerte: 3 a 4 horas desde el reconocimiento del cadáver. – el forense apagó su grabadora, se sacó la mascarilla y le sonrió a Cañarte, quien correspondió. – Todo listo mi teniente. Ya sólo es de pasar el informe en limpio y prepararle al cuerpo para el reconocimiento de los familiares. La sonrisa de Cañarte se ensombreció. Confiaba en que el arreglo del cuerpo lo dejase lo menos impactante posible para los deudos. - Pues esta es la parte que menos me gusta de todo doctor. Cuando vienen a reconocer. Se respira pesado un buen rato por tanta mala vibra. - A todo se acostumbra uno mi teniente. Le endurece a uno este trajín diario. – Con eso dicho a modo de despedida, el forense tomó un grueso agujón rematado en una piola blanca y procedió a rearmar y coser el cadáver, con la misma delicadeza de estar rellenando un pollo. Rodrigo tragó saliva buscando dulzor (su último trozo de caña había sido consumido hace rato), dio media vuelta y salió de la sala de necropsias. Al salir, no sólo vio a algunos periodistas y colegas, esta vez en actitud callada y calmada por el pistoletazo anterior, sino a las que parecían ser los deudos. Dos gemelas en sus últimos días de adolescencia sollozando abrazadas entre sí, una mujer de unos cuarenta y cinco apretando un pañuelo con el rostro descompuesto, luchando por guardar las lágrimas y una anciana con aspecto arrogante que apretaba los labios como queriendo evadir la situación. Fijó su mirada en las chiquillas llorosas y se acercó con ademán compasivo, ofreciendo un consuelo. Pero antes de un metro de ellas, la mano de la mujer madura, la madre posiblemente le cerró el paso de forma cortante. - Tú no les hablas ni nada mamá. Ya bastante daño has hecho. - Florita por Dios, entiendo que estés triste. Pero era por bien de todos, cómo ibas a mezclarte con ése… - ¡¡MALDITA SEA LA HORA EN QUE HICE CASO DE TUS PENSAMIENTOS ELITISTAS RIDÍCULOS!! ¡¡TÚ ERES LA CULPABLE QUE AHORA MI ESPOSO Y EL PADRE DE MIS HIJAS HAYA MUERTO!! ¡¡LÁRGATE DE AQUÍ, NO QUIERO VERTE!! La aludida retrocedió dos pasos, abriendo completamente la boca y crispando los puños. La cerró a continuación pero unas palabras acalladas fueron rumiadas febrilmente sin que los labios se despegasen. La situación estaba lo suficientemente tensa como para que encima se añadiera el reconocimiento del cadáver. Cañarte empezó a avanzar unos pasos para iniciar un diálogo de conciliación (aunque con lo dicho con la ahora viuda, poco era lo que se podía negociar) cuando una figura menuda se le adelantó por la derecha. Era Suntaxi, quien se plantó entre Flora y su madre con el ceño entrejunto. - ¡A ver señoras se me van calmando por favor, que ya mismo hay que reconocer el cuerpo de Ordóñez y quiero que esto se haga deprisa! Al ver el aspecto de Pedro, la anciana decidió enfocar la rabia que le estaba borboteando en sus entrañas por la contestación de su hija ante sus criterios. ¿Cómo se atrevía a llamarla elitista si jamás en la historia de la familia se habían permitido semejantes enlaces? Y su hija más adorable, la Florita, la que ya había prometido su mano al excelentísimo hijo del canciller Maldonado y que ésta, ¡en rebeldía tonta de los jóvenes se fue con ese desharrapado, con ese cualquiera, con ese Perico de los Palotes sin abolengo alguno! ¿Y ahora venía este indio apestoso a pretender ordenarle que se calme? ¡¡Pues nuevito lo iba a dejar!! Inhaló profundo para disparar una perorata que pusiera al runa alzado, majadero en su sitio. - ¿Y USTED QUIÉN MISMO SE ESTÁ CREYENDO QUE ES, PEDAZO DE INDIO HEDIONDO, RUNA NEPLO?, ¡SEPA USTED QUE ESTÁ TRATANDO NAD…! - La mano de Suntaxi impactó contra el pecho de la anciana haciéndola caer cortando brutalmente su contestación. Acto seguido se abalanzó sobre la mujer y entre el chillido de pánico de Flora y sus hijas el zapato derecho pisoteó y aplastó un seno ocasionando un alarido agudo de dolor de la atacada. En defensa instintiva aferró y golpeó el tobillo de Suntaxi sólo consiguiendo que el tipo aumentara la presión. El chillido se mezcló con lágrimas en un rictus horrendo de la vieja. Rodrigo asimismo pasó de la estupefacción por la discusión entre ambas, y el insultante argumento al horror por la forma que el subteniente sometió a la mujer. Había sido tan rápido el proceder que no saltó sobre Suntaxi hasta que estaba levantando el pie del seno, posiblemente para reiniciar el ataque. Abrazó al atacante y lo obligó a retroceder, mientras la pisoteada se revolcaba del dolor tremendo, baboseando su interminable sollozo. Las otras tres estaban refugiadas en sus propios brazos ahora en un llanto unísono. - ¿¡Pero te has vuelto loco?! ¿¿Cómo se te va a ocurrir ponerte a atacar así a una mujer de la tercera edad?? - ¡¡Pues bienhechito a la vieja puta!! ¡Que le vaya a decir runa neplo a su taita! - CÁLMATE PEDRO SUNTAXI. VETE DE AQUÍ EN ESTE MOMENTO. – Suntaxi se rehízo y se reacomodó la chaqueta, resoplando por la nariz ruidosamente sin dejar de ver rabiosamente a la anciana que aún se revolvía en el piso agarrando su mama herida. - Volverásme a decir runa neplo, bonito te ha de ir, vieja… - ¡HE DICHO QUE TE VAYAS! ¡ES UNA ORDEN! – Rugió ya fuera de sí Cañarte, ya sin acordarse del arma de Pedro, y su bien demostrada volubilidad. El otro dio un respingo y lo miró unos segundos, para luego agachar la cabeza y marcharse, no sin antes dirigir una furibunda ojeada a la antes arrogante mujer, cuyas quejas se habían apagado un poco. Ya con Suntaxi fuera de la escena (que había dejado sin habla al resto de la audiencia, con la única acción de haber grabado prestamente con sus celulares la escena de la agresión) Rodrigo se dirigió a Flora y sus hijas. - Señora, le ofrezco mis sinceras disculpas. Nunca pensé que el asunto se fuera a salir de cauce de esta manera. Déjeme ayudar a poner en pie a su madre… - Giró y se agachó para ayudar a incorporarse a la abuela. Y quedó sorprendido al recibir una sonora bofetada. - ¡¡NO ME PONGA LAS MANOS ENCIMA, PUERCO, ASQUEROSO, RUFIÁN!! ¡¡ASÍ SON TODOS USTEDES CHAPAS DE MIERDA, ALZARLE LA MANO A UNA DAMA DE LA TERCERA EDAD, INDEFENSA!! ¡¡PERO VERÁN LA DEMANDA QUE LES VOY A PONER, CONOZCO A LOS MEJORES ABOGADOS!! ¡¡DE PATITAS EN LA CALLE VAN A QUEDAR TODITOS USTEDES, CHAGRAS, PÍCAROS, VERDUGOS!! – Tras esa histérica rabieta, la mujer se levantó por su propio medio y echó a andar aún agarrándose el seno por el dolor (por lo menos tendría ese odre arrugado algo de turgencia de sus años mozos, se dijo Rodrigo) y farfullando insultos y declaraciones de alto abolengo, se largó del sitio. Casi ni sintió la bofetada el teniente; más le indignó la silente acción de los celulares de montón de presentes. Le empezó a doler la cabeza al pensar qué clase de titulares pondrían estos reporteros a todo lo grabado. Tercer maldito escollo. - ¿Les gustó el show? Ya tienen suficiente comidilla para sus programas. Apaguen esas cámaras AHORA. – La gente obedeció al instante sintiendo como punzones los ojos iracundos de Cañarte. Volteó a Flora quien había dejado de llorar pero la vergüenza le rebosaba en la cara. Anhelando terriblemente tener un kilo de caña que masticar, respiró trabajosamente dos ocasiones y se recordó que había un protocolo que cumplir. – Señora, ¿podría pasar conmigo para la identificación del señor Ordóñez? – Flora asintió silente, se levantó tras dar un beso a cada gemela y lo acompañó. - Señor, se me cae la cara de vergüenza. Voy a culparme toda la vida de haberme dejado influir de esa arpía que tengo por madre… - Desconozco las razones de la reacción de su madre, pero reitero mis disculpas. No pensé que este tipo Suntaxi fuera a reaccionar tan salvajemente, así hubiera recibido un insulto. En fin, ya estamos. Cuando usted lo desee, voy a levantar la sábana para que usted proceda al reconocimiento del cadáver. Sé que es una experiencia dura, pero es necesaria. – Notó que Flora se aferraba a su brazo libre, con un ligero temblor que resumía la mezcla de horror, expectativa y angustia que devoraba a la viuda. Pasó un rato hasta que Flora asintió. - Por favor, muéstremelo. Al levantar la mortaja, Rodrigo agradeció al forense del detalle de volver a colocar el ojo en su órbita. Aunque procuró descubrir únicamente el rostro, no logró evitar que algo del costurón del pecho lograrse aflorar. Flora ahogó un grito tapándose la boca y un río de lágrimas volvió a brotar de sus mejillas. Se soltó del brazo de Cañarte y se desplomó sobre el cadáver con un llorar que evocaba amargura y arrepentimiento. El hombre contempló consternado, sintiendo que parte de su ser absorbía algo de la congoja de la mujer. Puso ambas manos como ofreciendo consuelo sobre los hombros por un par de segundos y la dejó estar. Se dirigió hacia afuera cruzándose con las gemelas quienes habían escuchado el sollozo de su madre. Rodrigo apretó los ojos al entrelazarse tres voces en un estridente lamento. Ahora era el tiempo de anunciar formalmente el deceso a esos buitres hambrientos de morbo. Al día siguiente un hombre caminando por la calle, vestido discretamente con jeans, camiseta de manga larga, calentador gris con capucha y lentes oscuros grandes; posó su vista sobre los titulares de un diario local. SE SUICIDÓ RENATO ORDÓÑEZ. Pasó a otro diario quien exponía LA DEPRESIÓN LE GANÓ LA BATALLA A RENATO ORDÓÑEZ, con una noticia más abajo sobre la agresión de un policía a una indefensa anciana. Y finalmente leyó en un pasquín amarillista SE TERMINÓ EL ORDEN DE ORDÓÑEZ. Una lenta sonrisa se dibujó en la cara del hombre. Todo había empezado.

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