De cuando Sir Elton John vino, tocó y VENCIÓ en estas tierras.

Habiéndome resignado ya a NO poder asistir al conciertazo de Metallica este 18 de Marzo, debido a razones laborales (así que hice un seppuku virtual para enmendar mi honor rockwarrior y lavar mi vergüenza); preferí tomar el premio de consuelo y asistir al concierto de un SEÑOR de la música como lo es el inglés Sir Elton John (nacido como Reginald Dwight, pilas el dato).

La cosa es que ver los precios de las entradas eran para desanimar al típico chiro que tenía que venir ahorrando seis meses mínimo para juntar las 60 o 70 latas del boleto en general (sin contar pasajes, jama, estadía y joda post concierto). Lo más guacharnaco era Black discounted: 150 dólares la entrada. Y esto era un regalo de San Valentín para la mujercita amada de uno, así que 300 mangos salieron cruelmente mermados de mi cuenta bancaria sin miramientos. Claro que si quería tener al cantor frente a frente, tocaba rascarse 440 per cápita. Con B.D. bastaba.

Gracias al artículo de los rockwarriors que anunciaba el excelso evento, me enteré que la movida era tiro formal. Así que guardé mi camiseta de Joker demente, mis botas y desempolvé y planché camisa, pantalón de tela y zapatos formales, junto a un saco con corbata refundida por si las moscas. El mismo lugar aperturaba sus puertas con el recital como pretexto, la arena del Paseo San Francisco, en Cumbayá. Entre una larguísima fila de linajudos, extranjeros y gente "bien" esperamos la ubicación de nuestro asiento. Ya bien acomodados (aunque las sillas eran tamaño Twiggy, necesitaba dos para estar confortable) tras una espera razonable y un par de ron mojito y cuba libre cortesía de la casa, apareció el anunciador. Tras dar las debidas gracias a los organizadores y al municipio (lo que desencadenó una rechiflada de un montón de gente), se dio la presentación del entremés. Estoy más que seguro que la aparición de John Peter, un afroecuatoriano nacido en Galápagos, habrá fruncido el ceño de más de un piadoso y abolengado miembro de la sociedad élite (léase hijos de puta) pero este buen señor les cerró la trompa a cualquier especulación racista al liberar una voz que ya lo puse en un tweet; que era ideal para acompañar esas libaciones finas mientras se piensa en esa persona especial. La gente terminó seducida por este caballero y le dieron su muy merecida ronda de aplausos.

Tras otros quince minutos de espera, nuestro hombre hizo su aparición.
Elton John, compositor, cantante, pianista, director de coro, musicólogo.
La gente lo ovacionaba como si ya estuviera en la mitad de su repertorio. Como buen inglés y profesional, se sentó de una en su piano y empezó a demostrar por qué ha sido reconocido y galardonado tantas veces. The One fue su arranque (aclaro, he tenido que recurrir a fuentes externas para saber cuáles canciones fueron tocadas. Como ya expuse antes, disfruto de la música sin detenerme a aprender de memoria cuáles fueron sus detalles completos).
El pana sólo se detenía entre canción y canción a saborear vítores y aplausos, tomarse un trago de agua y sigamos en lo nuestro. No hubo pausas de cambio de vestuario, escenario o algún capricho propio de los actuales "divos". Se degustó su arte de principio a fin.
La gran afluencia de fans de larga trayectoria incluía algunos vetucos y abuelos, que coreaban muchas canciones que para mí eran francamente desconocidas. Tal es el caso de Cocodrile Rock:
Asimismo la gente se paró a palmear y cantar con I´m still standing.
Pero ésta, junto a una que según explicaba, le dedicó a su hermano menor (la segunda de su repertorio) me sacudió el tuétano eficazmente.
Ya el pana de una estaba completamente consagrado y glorificado con su público, pero llegaron las cerezas del pastel. Este macho alfa adorador de Odín, que se ufana al ver reguetoneros y beliebers en holocausto; no niega haber vertido lágrimas ante la combinación de acordes y voz conmovedora de estos temas: Candle in the Wind...
Y el muy merecido ENCORE: Can you feel the love tonight? (De The Lion King)
Ahora bien, las grandes ausentes fueron Sacrifice, Don´t go breaking my heart, entre otras. Pero el hombre se entregó completamente. Incluso tuvo el arrechivismo de disculparse al público porque su voz no sonaría como hubiera deseado (como para que aprendan los mamavergas aprendices de cantantes que todo lo arreglan con sintetizador y corregidor digital de voz)
Finalizando, cada uno de los centavos invertidos en este recital fueron completamente bien invertidos. Nadie, creo yo, salió quejándose o insatisfecho. El sonido fue, salvando un único rechinido, impecable. Terminando, un par de fotos.

 John Peter, el afro que supo seducir a la audiencia con su voz enriquecida.


 No importaba que estuviéramos en última zona, lo que importaba era oír a este grande.

 Un capítulo aparte fue ver moverse las manos de este caballero. Qué destreza al tocar las teclas! Todo un espectáculo de por sí!
Los vítores y los vivas nunca fueron suficientes. La gente quedó coreando su nombre luego de su despedida final. Espero vuelva, porque conciertazos como éste ennoblecen al pueblo.


Y para que sepan que este doctor y su esposa, estuvieron presentes en dicho evento.


De yapa: canciones extra.



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