¡ABANDONADOS! ENTRAN LOS MALCRIADOS.

Con esto, y tras varios años de demoras, doy por terminado este cuento. Luego sacaré una versión entera del mismo.

El gran castillo de Uñac Huilli, el crecido, se podía ver casi desde cualquier sitio de la tierra. No sólo destacaba su imponente altura, sino que estaba coronado por negros nubarrones que tapaban toda radiación solar y el tenue brillo de las estrellas o la blancura lunar. Esto otorgaba a la construcción un lúgubre y oscuro aspecto. De por sí las torres estaban diseñadas de forma alegre, repletas de detalles coloridos y setos que recubrían sus paredes, que cuando florecieran aumentarían la belleza del lugar. Pero ahora, los colores lucían mates y tristes, y sólo ramas secas quedaban de esos setos. Las fuentes que debían dar la bienvenida con surtidores danzantes de agua, lucían secas o despedían un vapor maloliente y ominoso.
Los días que habría tardado una caminata desde el Valle de los Tres Pétalos se redujeron a menos de una hora, montando los niños en Sleípnir y en Sylpho a toda velocidad. Tal fue el aspecto del sitio que recibió a los pequeños héroes y su mentor.
- Días esplendorosos, días de luz y alegría, que hoy sólo en recuerdo de pocos queda. Este bello castillo representaba toda la gloria de esta tierra hermosa, y a esta tumba hostil ha quedado reducida. Oh, la desdicha! – se lamentó Puño.
- ¿Cuánto tiempo ha estado así? – Preguntó Nico.
- Tiempos largos, muy largos… - contestó el mentor.
- ¿Y nadie ha intentado luchar contra el Crecido? – Dijo Rachel.
- Hoy será el día en que caiga vencido tan terrible villano. ¡A por él! – contestó evasivamente, adentrándose en el castillo. Los niños lo siguieron.
Debido a que la puerta principal del castillo se encontraba firmemente cerrada, Puño buscó otra entrada disponible, para no malgastar energías en abrirla a la fuerza. Luego de revolotear por las instalaciones, Puño descubrió que había un boquete abierto en la parte más baja, y que el descenso era seguro. A pesar que Nica protestó que tardarían mucho desde ahí, no vieron más alternativa. El factor sorpresa debía ser clave.
Llegaron a amplios salones, abundante en juguetes polvorientos y desgastados. El tono de voz de Puño se mostraba lacio, al describirlo.
- Los Salones Jugueteros. En tiempos de dicha, no había juguete sin utilizar por los numerosos invitados, cuyas risas alegres llenaban el aire. Ahora el polvo los abraza, gastándolos constantemente.
- Qué pena… - Murmuró Rachel.
Unos gemidos cercanos atrajeron su atención. Antes de llegar a unas escalinatas enormes que llevaban al siguiente nivel, la sala estaba llena de corrales, cada una ocupada por varios niños pequeños. Vestidos con ropas sucias y maltratadas, lloraban, gemían y sollozaban constantemente. Los tres se horrorizaron al ver semejante espectáculo.
- Niños secuestrados, mantenidos por voluntad del Crecido. Quedan aquí hasta que pierden toda resistencia.
- ¡Pues ya no más! – Gritó Nico con el bate en alto. Golpe a golpe fue rompiendo los seguros de los corrales, con lo que los niños quedaron libres, pero sorpresivamente nadie intentó salir. Seguían sentados o acurrucados, sollozando.
- Sus mentes ya están minadas. Sólo con la derrota del crecido podrán obtener la libertad. Nada hay que podamos hacer de momento por ellos, mis niños. Debemos proseguir.
- Kecido ochocho… - refunfuñó molesta Nica.
Luego de ascender por las escalinatas, se mostró ante ellos enormes estantes llenos de volúmenes, tomos y cuadernos. Varias mesas bajas y sillas ocupaban el resto del espacio libre. Todo el piso estaba desperdigado de crayones, lápices de colores, papeles con garabatos y dibujos multicolores, pero que el tiempo había oscurecido con el polvo y arrugado el papel. Puño explicó que el área correspondía a la Guardería de las Letras, famosa por albergar cientos de libros cuya lectura hacía entretenido el pasar de las horas, además de cualquiera podía dibujar a su antojo sin que faltase papel o colores. Por entre los estantes y las mesas, deambulaban niños con las manos extendidas y los ojos vidriosos y perdidos. Emitían una monótona y constante letanía.
- Crecido, favorécenos… Crecido, ampáranos… Crecido, protégenos… Crecido, juega con nosotros…
- Horrible. Espantoso. Estos pequeños no sólo han sido dominados de mente, sino que ofrecen loas al amo del lugar, suponiéndolo su salvador. ¡Hasta qué punto este vicioso depositó el mal en estos inocentes! – Resopló indignado Puño.
Nica se aproximó a uno de los niños que arrastraban los pies y lo pinchó un poco con su varita. Este se detuvo un momento, volteó a ver a la niña con ojos vacíos y sin protestar o contraatacar, siguió su imploración. Volvió encendida del coraje.
- ¡Vamo a dale tastas en la nalga!
El mismo sentimiento de coraje atenazaba a los otros dos. Tantos niños convertidos en esclavos por este tiránico infante, pero ellos tenían el poder para cambiar esta cruenta realidad. Continuaron ascendiendo hasta que llegaron a otro nivel, esta vez repleto de mesas largas, con vajillas de colores que debieron en su momento ser chillones, hoy apagados y mustios. Enormes ventanales por donde debía filtrarse el sol e iluminar el salón, estaban cubiertas por gruesas cortinas.
- El Gran Comedor de los Ágapes. Si había un sitio donde destacaba la hospitalidad de este sitio, era aquí. Garantizado estaba que cualquier hambre, por intensa que fuera, quedaría saciada por completo. Sólo eran servidos alimentos del pleno gusto del invitado, y en cantidad justa. Nada se estropeaba ni se desperdiciaba. ¡Ay! Invadida ya por la oscuridad y el silencio. Me sobrecoge la tristeza y la nostalgia por la gloria perdida.
Tal era la penumbra del sitio que Nica invocó a Salamandra para con su fuego dar algo de luz y calor, pues una helada atmósfera hacía castañear los dientes de los niños. Tan pronto el espíritu dotó al sitio de luz, un chillido de Rachel cortó el silencio. Se encontraba frente a frente a una estatua que mostraba a un niño, con los brazos extendidos y con un rictus de angustia perenne. Al escudriñar el resto de la enorme habitación, se dieron cuenta que eran decenas las estatuas desperdigadas. Algunas como intentando correr, otras como buscando refugio bajo las mesas, otras acuclilladas y agazapadas, pero todas coincidían en esa expresión tan tétrica. Puño tembló de impotencia y horror.
- …y hasta aquí llegan todos los que son atrapados por el Crecido. Este absorbe su fuerza de vida, reduciéndolos a estas formas horribles. No quiero imaginar el espanto que estas pobres criaturas habrán sentido antes que este vil les arrebate su hálito.
- Basta de esto. ¡Basta de esto! – gimió Rachel, con el rostro surcado de gruesas lágrimas. – ¡Vamos ahora a luchar con ese Crecido, que tanto dolor ha provocado!
Nico y Nica, conmovidos y llenos de deseo de darle su merecido a su némesis, asintieron y el grupo trotó sin parar hasta que se detuvieron en lo que parecía la cúspide del castillo. Un redondel de piedra y filigranas donde un trono negro se alzaba en la parte más distante. Estaba techado por una cúpula vidriada en cuyo cénit sólo había una abertura, por donde se colaba la frialdad y la negrura de los nubarrones. El lugar no requería descripción alguna. Era en donde mandaba el terrible Crecido, causante de las penurias que asolaban la tierra. Y en que los tres elegidos se plantaron firmes para medir fuerzas. Así que, ardiendo en deseos de combatir, los tres gritaron al unísono:
- ¡UÑAC HUILLI!! – El nombre prohibido de mencionar. Pero el trío tenía clara la intención. Así que repitieron dos veces más.
No debieron aguardar mucho para la respuesta. Del trono se originó un torbellino negro, surgiendo de sus profundidades el terrible enemigo, quien estuvo a punto de aniquilarlos en Villa Declamadora. Ropa y capa negra, pies descalzos, rostro pálido, hostil y ojos de rebordes carmesí. El Crecido Uñac Huilli. Miró largamente a los niños y luego a Puño.
- Entonces no se desintegraron, trío de debiluchos… - comenzó a decir pero Nico lo interrumpió.
- ¡Hemos hecho muchas cosas y ahora somos muy fuertes! ¡Vimos todo lo que hiciste, los niños que has lastimado y no te vamos a perdonar! ¡Por fin llegó alguien que te va a dar una lección! – tronó furiosamente el niño. Su hermana y su prima también expresaron palabras parecidas, pero Huilli sólo los contempló con desdén.
- ¿Por fin, dices? ¿Son acaso tan ingenuos y estúpidos que creen que son los primeros que me han presentado batalla, y bajo la tutela de ESE inútil de Puño?
Tales palabras cayeron como un balde de agua helada sobre los tres. Se miraron entre sí interrogativamente, y luego miraron a Puño, quien palideció.
- Los que recibirán una lección son ustedes, tontos. Ya tiempo atrás este ingenuo charlatán reunió tres niños para ponerlos a pelear contra mí, y cuando los derroté sin problemas, salió huyendo como el cobarde que es. ¿Se dan cuenta? ¡Su querido señor Puño, en todo este tiempo, sólo los ha conducido hacia su ruina! – el niño de negro inundó la sala con crueles risotadas. Nico, Nica y Rachel, presa de la consternación, voltearon a su mentor.
- ¿Es cierto lo que dice, sr. Puño? ¿Qué abandonaste a niños como nosotros tras entrenarlos? – Inquirió ansioso Nico.
- ¡Sr. Puño, tú eres nuestro amigo! ¿Cómo podrías hacer algo tan feo? – Le reprendió Rachel.
- Entonche… ¿eres un mentirocho? – dijo Nica, con un gran puchero. Las palabras dolidas de los tres caían como piedras sobre el mentor, quien con los dedos flojos y su dorso inclinado al piso, sólo pudo musitar.
- Es cierto, mis niños. Crié hace mucho tres niños como vosotros, para dar batalla contra este villano, fracasando miserablemente. Sólo puedo aseguraros que el dolor y la vergüenza que sentí me acuchilló por dentro, superando a todo dolor conocido. Pero sé que con vosotros…
- ¿¡ENTONCES PASARÁ LO MISMO CON NOSOTROS?! – Rugió Nico muy enojado.
- ¡MALO, FEO, OCHOCHO! – Chilló al borde del llanto Nica.
- ¿SOMOS SÓLO JUGUETES PARA TI?? – Gritó Rachel, casi fuera de sí.
Ninguna palabra de consuelo o explicaciones de parte de Puño pudieron borrar la desolación que sentían los tres. Tanto tiempo juntos, tantas aventuras, ¿sólo por un capricho? Ya iban los tres a exigirle a su mentor que los devuelva a su tiempo cuando la cruel voz del Crecido resonó:
- Como dije antes, son ustedes los que recibirán una lección. Lo de ahora fue sólo para enterarlos de la verdad. Pero ni crean que saldrán bien librados de ésta. Por lo menos me servirán de diversión para un buen rato. – La sonrisa del Crecido refulgía de malicia. De muy mala gana, los niños voltearon a su enemigo. Aunque casi habían perdido todo deseo de lucha, por lo menos no dejarían que los lastime y los haga llorar. Sin embargo vieron que Huilli negaba con el dedo.
- No, no… no me ensuciaré las manos con ustedes. Haré algo mucho más divertido. – Fijó la vista en el atribulado Puño – ¿Recuerdas los nombres de tus antiguos elegidos, charlatán?
- ¡Nunca olvidaré ni sus rostros amados ni sus nombres, villano! ¡Éclair el raudo, Windbeutel el certero y Pavlova la intrépida! ¡Cuánto he llorado sus pérdidas, el dolor que perfora mi corazón sigue igual!
- ¿… y estás seguro que desaparecieron? – espetó burlón el Crecido, con lo que Puño ahogó otro grito. Los niños se mostraban confusos.
- ¡¡UÑAC HUILLI!! ¡NO HABRÉIS…!
- Tal como supones, Puño. Tus niños fueron derrotados por mí luego de su mejor esfuerzo, y fuiste tan cobarde que los dejaste a su suerte, bañados en su llanto. Pero no los desintegré, no. Ahora son MIS JUGUETES. ¡MIS MALCRIADOS!
Señor Puño con los dedos crispados de angustia, vio tres torbellinos negros, un poco menores en tamaño, girar en frente al Crecido, mostrando tras desvanecerse tres pequeños armados. Sus rostros mostraban cualquier emoción menos las propias de niño.
Frente a Nico se hallaba un infante un poco más bajo que él, vestido con ropas ligeras de lino, un poncho azul marino y alpargatas. De cabello lacio y trenzado en un cordón grueso, y en su rostro color canela se encendía un rubor creciente, a la vez que su ceño estaba violentamente fruncido, mientras que apretaba los dientes haciéndolos rechinar. Una máscara rabiosa. Sus manos ocultas bajo el poncho se mostraron de súbito aferrando dos pistolas transparentes, llenas de agua, conectadas por mangueras hacia una mochila igualmente llena de líquido. Se trataba de Éclair, a quien la rabia había esclavizado.
Rachel observaba con preocupación a un enjuto niño, vestido impecablemente con camisa, corbata, terno, pantalones cortos y zapatos de charol. Su elegante guisa y sus cabellos rubios bien peinados contrastaban con la mísera expresión, con ojos azules pero cadavéricos, casi sin brillo. Despedía tal aura de melancolía y depresión que cualquier emoción positiva menguaba. Tenía entre sus manos una caja de madera, pulcramente laqueada y adornadas con múltiples apliques de metal y relieves labrados. Windbeutel, poseso de la más profunda tristeza.
Frente a Nica daba saltitos con una comba que parecía estar hecha de escamas, terminando en una punta un cascabel y en otra una cabeza de reptil; una pequeña de igual edad, menuda y regordeta. Su achocolatado rostro reflejaba malicia y mala intención por cada parte. Su sonrisa más lucía como una mueca inquietante. Sobre sus rizada pelambre negra yacía una coronita de princesa. Estaba vestida con un enterizo rosado, salpicado de golosinas, dulces y demás que la nena ocasionalmente picaba. Se trataba de Pavlova, afecta del engreimiento.
Los tres Malcriados. Los antiguos héroes, derrotados y luego pervertidos por Uñac Huilli.
Tras la sorpresa inicial, Puño dirigió afligidas palabras de disculpas hacia sus otrora discípulos, pero en respuesta recibió una mirada cargada de furia de Éclair, una indiferente y desdichada expresión de Windbeutel y una sacada de lengua de Pavlova.
- Es inútil, Puño. Ellos te odian sin remedio, cómo no, luego de tu cobarde abandono tras ponerlos frente a mí. Y ahora traes estos otros perdedores. Serán mis malcriados contra tus debiluchos, para mi entretenimiento. Espero una lucha divertida, Malcriados. ¡A ELLOS! – Terminó Uñac Huilli.
La orden fue dada y cada Malcriado buscó a su contendiente. Éclair contra Nico, Windbeutel contra Rachel y Pavlova contra Nica.

Éclair arremetió a toda velocidad contra Nico, quien se puso en guardia pero no dejaba la frustración de saber esa verdad que Puño tan taimadamente ocultó. Antes de hacer contacto, el Malcriado apuntó sus pistolas y disparó dos chorros que dieron en una pierna y en un hombro de Nico. Este sintió como si un adulto lo pateara, de tan fuertes que eran los chorros. Salió despedido hacia atrás mientras veía que Éclair disparaba a diestra y siniestra sin parar, con los ojos enrojecidos de ira. Esquivó unos chorros lo mejor que pudo y paró otros con su bate, hasta que terminó la munición de agua. Pero al intentar contraatacar vio con asombro que toda el agua que lo salpicaba y que mojaba el resto de la sala se desprendía, chorreaba rumbo a Éclair y era reunido en su mochila. Con voz vibrando del coraje, su adversario explicó:
- ¡Imbécil! ¡Estúpido! ¡Tanto mis pistolas O.K. Carnaval como el agua que las llena son controladas por mí! ¡Y voy a hacer que te ahogues!!
La respuesta de Nico fue golpear el suelo con Ultibat lanzando ondas sísmicas contra el iracundo niño, pero éste apuntó sus pistolas al piso y antes que lo tumben las ondas, los chorros de agua lo levantaron del suelo impidiendo que sufra daño. Bramando nuevos insultos sobre lo inútil de los ataques, reunió su agua y volvió al ataque. No sólo su O.K. Carnaval eran certeras y contundentes, sino que era sumamente ágil y veloz, y su poncho dificultaba ver de dónde saldría el siguiente ataque. De este modo, algunos chorros impactaron en espalda, pecho piernas lastimándolo. Nico no sólo enfrentaba su decepción con su tutor, sino a un muy poderoso rival que ponía a límite sus capacidades.
Rachel buscaba una oportunidad de ataque contra Windbeutel, pero éste se limitaba a mirarla desolado, con sus manos aferrando la caja. Sin saber muy bien si iba a resultar, y oprimida asimismo por la cruda revelación anterior, la niña lanzó a Byakko quien golpeó con su zarpa al muchacho enviándolo lejos. Windbeutel no se movió. Rachel quedó sorprendida por su veloz victoria y fue a revisar si su oponente estaba llorando o herido. Pero al acercarse se intrigó que ni siquiera la expresión de tristeza había cambiado, tampoco encontrando heridas. Repentinamente Windbeutel giró su rostro hacia ella y sopló de su boca un vaho púrpura que envolvió tanto a Byakko como a Rachel. Con un chillido ella se apartó y empezó a sentir un sofoco que le subía por todo el cuerpo, al mismo tiempo que sus ojos ardían y la sacudió una tos violenta.
- Qué pena… qué pena… - la voz de Windbeutel sonaba como un constante lamento. – Has sido presa de mi Hálito Triste. Te enfermará cada vez que lo toques, de cualquier cosa. Y de una vez te lo advierto. He llorado y sufrido tanto que ya he perdido la capacidad de llorar. Por más que me ataques, por más que me lastimes, ni una gota saldrá de estos ojos. No hay forma que me derrotes…
Rachel entre sus toses logró entonar su canto curativo, el Sanasana, haciendo desaparecer sus síntomas. Su oponente la miró, más triste todavía, si cabe.
- Qué tristeza… estás resistiendo… eso sólo prolongará tu agonía…
La niña de blanco tenía un arma perfecta para combatir tal técnica, así que llamó a su corcel Sleípnir. Con su veloz torbellino, no habría forma que ese aliento tóxico la alcance y lo atacaría una y otra vez hasta hacerlo llorar, quiera o no quiera. Galopando formó un remolino que atrapó al pálido chiquillo y con unas coces lo envió unos metros más allá. Sonrió Rachel por su ventaja cuando más niebla púrpura se arremolinó torno a ella, haciendo esta vez estremecerla por una repugnante náusea y mareo. No pudo resistir y vomitó, mientras Sleípnir caía y revertía a Moggle. Todavía mareada miró a Windbeutel levantarse y dirigirse a ella.
- No entiendes… qué pena… Antes de empezar la lucha dejé mi Hálito en varios sitios, que se activarán tan pronto estés cerca. E insisto, no hay forma que me lastimes, peor que me hagas llorar. Ahora es mi turno de atacar. Avancen, Pelotón Saturnino – susurró quedamente mientras abría la caja de madera.
Salieron dos docenas de soldaditos de plomo pertrechados con minúsculos fusiles, que rápidamente formaron una V, unos arrodillados, otros de pie.
- Apunten, fuego. – ordenó Windbeutel.
Cada soldadito disparó un proyectil agudo que provocó un inmenso dolor en Rachel. A punto de llorar, volvió a entonar su Sanasana, recuperándose por completo pero esta vez muy asustada. Windbeutel era un enemigo realmente temible.
- ¡Ele una niña fea y boba! ¡Yo te vo a ganá! – Rió llena de sorna la prieta Pavlova, mientras hacía ondear su comba de un lado a otro.
- ¡No e cherto! ¡Tú ere ochocha! – Respondió airada Nica. Sentía una mezcla de coraje y dolor en su interior, fruto del engaño de Puño.
 Sus espíritus mágicos no le habían fallado en ninguna aventura, y menos contra esta malcriada engreída. Pero antes de intentar invocar a cualquiera de ellos, vio que Pavlova con gran rapidez formaba con su cuerda un anillo fino como un hulahula, que lanzó hacia su rival. Nica rodó por el suelo para esquivarlo, invocando a Salamandra para atacar. Este lanzó varias llamaradas contra la pequeña, quien haciendo varios pases de baile, rodeó con agilidad los ataques al tiempo que recuperaba su comba. Tras recuperar pie, decidió atacar con Undyne, quien acometió con su ola gélida. Pero Nica no dio crédito a sus ojos al ver cómo Pavlova hacía girar sobre ella su cuerda escamada velozmente, repeliendo cualquier intento de congelarla. Igualmente fue inefectivo el vendaval eléctrico mandado por Sylpho. La nena rió a carcajadas con una mirada repleta de desprecio, como un rey mirando a un plebeyo.
- ¡Ni hielo ni fego ni rayo silve conmigo! ¡Mi cuerda Nideljogel me potege! ¡Y verás lo que puede hacher también!
En tanto Nica volvía a invocar a Salamandra, la comba Nidderhoggr sujeta en las manitos de Pavlova se alargó y engrosó, convirtiéndose en una enorme, siseante y siniestra serpiente. Fijó su mirada en Nica, llenándola de pavor. A pesar del miedo, la niña hizo que Salamandra intente quemar a la serpiente, pero con veloces zigzagueos el reptil salvó el ataque y mordió a Salamandra en una pata. El espíritu cayó dolorido y se desvaneció. Todo el dolor lo sintió Nica quien se lanzó al piso chillando y agarrándose su pierna. Alzó la mirada y la cubrió la mirada altanera de Pavlova y los ojos sesgados de Nidderhoggr.
- ¡Jajajajajaja!! ¡No podás comigo, fea!
La lucha entre Nico y Éclair era ahora un intercambio de golpes y chorros, pero el cansancio estaba empezando a hacer presa de Nico, recibiendo uno que otro doloroso ataque. Y entre más demoraba la pelea, más furioso parecía su oponente. Buscando una ventaja, hizo varias fintas esquivando los chorros, hasta calcular el momento justo a que se quedase sin agua. Y ahí hendió el aire hacia Éclair, logrando rasgar en pedazos su poncho. Con esto, ya sería más fáciles de ver sus ataques. El niño miró con asombro los jirones de su poncho, y soltó un grito de rabia descomunal.
Sabiendo que tenía que superar ese ataque a presión de agua, Nico sacó su mejor carta con Kaiserpuño y lo envió directo a la cara de Éclair. Este presintió el golpe y apuntó ambas O.K. Carnaval equiparando la potencia y desviando el ataque. Casi loco de ira empezó a patear el suelo.
- ¡Rompiste mi poncho! ¡Animal, bestia, tarado, burro! ¡Ahora verás cómo te acabo!
Nico, ya decidido a terminar con el duelo, reunió toda su fuerza en su Kaiserpuño y se lanzó. Así fueran las dos pistolas contra él, su puño de piedra terminaría imponiéndose. De pronto vio a su adversario chocar ambas pistolas volviéndolas un largo y cilíndrico cañón, que apuntó hacia él.
- ¡¡CHISGUETE!!
Un verdadero géiser salió de la boca del chisguete deteniendo por completo el avance de Nico, y lanzándolo hacia atrás, golpeándolo violentamente contra la pared. Pero el ataque no se detenía, haciendo que el agua interfiera con la respiración del niño. No sólo lo estaba ahogando, sino que la fuerza del agua lo golpeaba en todo su cuerpo. Finalmente se agotó el agua de la mochila, y Nico cayó. Su resistencia había sido vencida, y las lágrimas afloraron. Estaba a un paso de llorar, y de ser derrotado. Y ni siquiera eso menguaba la furia de Éclair, quien redobló sus insultos.
- ¡Asno, tarado, estúpido, imbécil! ¡Ya ves quién ganó!
Dos ocasiones más había caído Rachel presa del Hálito Triste de Windbeutel, sufriendo un fuerte dolor de oídos y posteriormente un dolor en su barriguita con grandes deseos de ir al baño. Ambos síntomas fueron eliminados con su canto Sanasana, pero su poder mágico se iba agotando. No sabía de dónde podría surgir el siguiente vaho, y además el Pelotón Saturnino estaba disperso, disparándole balines que le dolían mucho. Eran demasiados lugares de ataque y no tenía una defensa sólida. Además, toda ofensa recibida por Windbeutel ni siquiera lo hacía cambiar su rostro. Siempre con esa cara tan tristona, como que ya hubiera recibido todo el castigo del mundo.
Fue cuando recordó a la encarnación más poderosa de Moogle. Puso a Aigis por delante de ella y le pidió que lance varias saetas albas al piso. Con esperanza vio cómo al caer los haces blancos donde abundaba ese vapor venenoso, se dispersaba. Además de que los soldaditos caían sin movimiento, dejando de atacar. Por fin en ventaja, encaró al niño deprimido.
- Qué tristeza… estás dañando mis soldaditos… Ahora sólo me queda… esta cajita.
Rachel sin dudarlo envió un último obús albo hacia la caja, que estalló en varios pedazos. Perfecto, ahora sólo tocaba encargarse de…
- Qué pena, niña… aun a pesar de tu astucia, no sirvió de nada.
Windbeutel había aprovechado el estallido de la caja y se escurrió por debajo apareciendo por delante de Rachel y lanzándole directamente a la cara su Hálito Triste. Tanto Aigis como Rachel se estremecieron por la violencia de los síntomas, que esta vez invadió sus pulmones empezando a dificultar su respiración, combinado con un intenso y paralizante dolor de cabeza. Y lo peor, que Windbeutel la tenía firmemente sujeta con sus manos.
- Es tan triste… sólo te queda fuerza para curarte una vez más, y ni bien lo hagas volverás a enfermar… qué pena… qué tristeza…
Con Moggle a sus pies, inmóvil, y sus fuerzas abandonándola por la jaqueca y la dificultad para respirar, Rachel trastabilló y cayó de rodillas, sin dejar de estar sujeta por el niño pálido y triste.
No había manera de acertarle un ataque al Nidderhoggr de Pavlova. La condenada serpiente era tan esquiva y rápida que podía sortear toda forma de emisiones mágicas. Y sus contraataques no sólo dolían un montón, sino que hacía hormiguear los lugares de las mordidas, sentidas por Nica. Pavlova, sin inmutarse por la batalla, mordisqueaba un dulce de manera burlona.
- ¡Lelo lelo, lelo lelo! ¡Tú no pedes comigo!
Molesta por las burlas constantes de la negrita, Nica reunió todas sus fuerzas e invocó al cóndor Sylpho, pero esta vez en vez de atacar sin mayor estrategia, hizo que el ave diera un golpe con su ala a la sierpe. Esta no logró esquivar bien y algo de electricidad paralizó algunas partes de su sinuoso cuerpo. Pavlova cambió su cara a susto, mientras Nica llamaba ahora a Undyne, quien creó un muro de hielo alrededor de la serpiente bajando aún más su movilidad. La Malcriada empezó a patalear de ansiedad al ver que Salamandra disparó una bola ardiente en el centro del muro, derritiendo el hielo y chamuscando visiblemente a la serpiente. Y con otra bola ardiente la serpiente ardió por completo. Nica se alzó sobre su contendora.
- ¿Vite que sí pude? ¿Vite que sí pude, ochocha? ¡Jajajaja!
La niñita quedó con el rostro mirando las brasas de lo que era su arma. Ya segura del llanto de derrota de la pequeña, Nica rió igual de burlona, pero se le pasmó la risa cuando Pavlova recuperó su mirada repleta de desprecio y su sonrisa despectiva.
- CA-Í-TE…
Varios anillos envolvieron a Nica apretándola fuertemente. Nidderhoggr había hecho presa en ella, y no la iba a soltar por nada. La risotada demencial de Pavlova se dejaba oír.
- ¡Chólo quemate la piel de Nideljogel, boba! ¡Y tú te keíte todo mi teato! ¡Jajajajaja!
En efecto, los feroces ataques de los espíritus habían logrado detener a la serpiente, pero con el calor de Salamandra, se reavivó y dejó su piel que dejó chamuscarse sin que se diera cuenta Nica. Ahora el reptil apretaba más y más a la pequeña, acercándola a un inminente llanto. Pavlova por su parte, sólo se burlaba y mordisqueaba sus dulces.
La agitada respiración de Nico, predecesor de un amargo llanto, era acallado por la cascada de insultos furiosos de su rival Éclair, prácticamente ganador.
- ¡Ya no tienes fuerza, mudo! ¡Te gané, burro! ¡Ahora, pedazo de tonto sólo te queda llorar! ¡Llora de una vez, imb..!
- ¡¡NOOOO!! – Con un furioso grito Nico se puso en pie, dando un golpe al piso que lo sacudió por completo.
Éclair, tomado por sorpresa, fue despedido hacia atrás. No podía creerlo. La fuerza del chorro de su chisguete era más que suficiente para doblegar no sólo a un niño, sino a decenas, dejándolos llorando sin remedio. Pero él era el primero que había resistido. Se rehízo mientras soltaba un alarido colérico y volvía a juntar toda su agua, para esta vez terminar el duelo definitivamente. Vio a su enemigo lanzarse hacia él a toda velocidad. Apuntó y disparó con toda la fuerza que le proporcionaba su cólera.
Nico había sacado fuerzas del mismo coraje que le provocó tanto insulto de Éclair. Pero era su última reserva. Si no podía derrotarlo en este intento, no podría más. Sólo tenía una idea para hacer frente a semejante cuerpo de agua y el arma que lo dirigía. Así que lanzó a Ultibat contra el muro de agua poniendo hasta el último de su intención de victoria. Ya a punto de ser impactado gritó:
- ¡¡KAISERPUÑO, APUNTA!!
De inmediato, el puño pétreo mostró el dedo índice disminuyendo su resistencia al chorro iracundo, juntado con la onda cortante de Batsamune. De esta forma penetró el ataque y entró de lleno en el agujero del chisguete. El chorro de agua paró al punto y la mochila de Éclair empezó a temblar con la presión acumulada.
- ¡Idiota!! ¡¿Qué hicist…?!
La explosión de la mochila interrumpió a Éclair quien quedó completamente empapado en su agua, y sin forma de recuperarla. Lo único seco fue el tremendo golpe en su quijada por parte de Kaiserpuño. Completamente vencido, y retorcido del dolor, Éclair lloró rabiosamente, para luego quedar quieto, completamente petrificado.
- Sa…na…sana…colita…de…rana…
Rachel empezaba a recitar, con gran dificultad por su dificultad para respirar y el dolor de cabeza, su último hechizo curativo disponible. Pero si se sanaba sería inútil, ya que Windbeutel la tenía firmemente sujeta. Y le susurraba constantes expresiones pesimistas al oído, que también envenenaba más y más su cuerpo, empeorando sus síntomas.
- Estás tan enferma… tan dolorida… mejor es que te unas a mi miseria. Llora, y sé tan triste como yo…
- No… no…
Intoxicada casi al punto del desvanecimiento, y con las lágrimas ya asomando por sus ojos, Rachel se dio cuenta que sólo tenía un chance de ganar. Reuniendo sus fuerzas menguantes, sus manos empezaron a brillar por el hechizo sanador.
- Sana-sana, colita de rana…
- Es inútil… es tan inútil…tan triste… no podrás sanarte… - susurraba desoladamente Windbeutel sin cesar. Algo parecido a la sorpresa lo invadió al ver los ojos resueltos de la niña sobre los suyos.
- ¡QUE SANES HOY Y NO MAÑANA!
- ¿Q…qué..?
En vez de apoyar sus manos sobre ella, Rachel lo hizo sobre Windbeutel. Dado que él era el origen de los síntomas, si lo curaba a él, terminaría todo efecto sobre ella. Y resultó. No sólo el vapor púrpura se deshizo de todo sitio, sino que los síntomas de la niña desaparecieron. El niño vestido elegantemente quedó quieto, sobre sus rodillas y el rostro mirando asombrado al cénit, los brazos colgando sin fuerzas, a la vez que dos gruesas lágrimas resbalaron por sus mejillas. Rachel había ganado. Windbeutel acto seguido se volvió de piedra.
Pavlova bailaba disfrutando del padecimiento de Nica, a quien se le hacía más y más difícil respirar por la presión de los anillos de Nidderhoggr. Los tres elementos habían sido inútiles sobre la movediza serpiente.
- Lelo-lelo, lelo,lelo, te gané, te gané… ahola tenes que llorá. – reía continuamente la pequeña vestida de golosinas. – Nideljogel, ¡dale un buen apetón!
La serpiente obedeció. Soltó un momento sus anillos para luego ceñirlos con más intensidad que antes, haciendo gritar a la indefensa Nica. El llanto estaba a punto.
- ¡Llola, llola! ¡No pudite comigo, niña fea!
- …ti…ti… - gimió Nica.
- ¿Tí? ¿Entonche ti vas a llolá? – aseguró sonriente Pavlova.
- T…¡TRITOCH!
Al momento de aflojar sus anillos, la serpiente liberó la mano que aferraba a Trivarita, y Nica no perdió tiempo en invocar a su espíritu máximo, el lobo negro de los tres elementos. Al punto surgió con un aullido del pentagrama bajo los pies de la pequeña, y con sus fauces aferró el pescuezo de Nidderhoggr. El reptil silbó desesperadamente y liberó a la pequeña, quien empezó a recuperar aire. Por otro lado Pavlova también sentía la tremenda presión de la mordida en su cuellito. Chilló desaforadamente mientras se retorcía en el piso.
- ¡¡DALE DULO!! – Vociferó con sus últimas fuerzas Nica.
El enorme lobo sacudió e hizo girar a la serpiente quien no podía morder ni envolver, pues su cuerpo giraba sin control en el aire. Y todo el daño lo sentía su ama, que sólo podía revolverse desesperada. Finalmente con un movimiento de su cuello, Tritoch lanzó a Nidderhoggr contra Pavlova, quienes se enredaron entre sí quedando un ovillo de escamas, paño rosado, cuerda y dulces. Sabiéndose derrotada Pavlova armó un soberano berrinche mientras un torrente de llanto brotó de sus ojos. Unos instantes después quedó reducida a piedra.
Los tres niños salieron victoriosos sobre los Malcriados.
- ¡Niños queridos! ¡Lo habéis logrado! Aunque no soy quién para felicitaros ni animaros. No merezco vuestra consideración. Soy sólo un cobarde… - empezó compungido Puño.
- No es cierto – Dijo Nico, comprensivo. El rigor de la batalla le hizo entender las circunstancias. – Hiciste lo que pudiste y en verdad este Crecido es demasiado poderoso.
- ¡Pero si estamos juntos, podremos contra él! – continuó Rachel, olvidando todo rencor hacia su maestro.
- Ere nueto amigo. ¡Te pedono! – Terminó con una enorme sonrisa Nica. Puño se sintió brillar de alegría. No sólo sus niños eran superiores en poder, sino que las batallas los había hecho más sabios.
- ¡Gracias infinitas, mis amados príncipes! ¡Os prometo que de aquí en adelante no…!
- ¡¡CUNA DE TINIEBLAS!!
La animosa frase de Puño fue cortada al medio con el tronar de Uñac Huilli, y para horror del mentor, de cada Malcriado hecho piedra, salió una sombra negra que saltó sobre cada uno de los niños formando una gran burbuja que los engulló por completo. Ni tuvieron tiempo a reaccionar o defenderse. Todo quedó en silencio. Uñac Huilli aplaudió irónicamente. Y completamente abrumado, Puño se dejó caer sobre el piso.
- Excelente, Puño. Tu trío de debiluchos me dieron bastante diversión. Ahora que están presos bajo mi Cuna de Tinieblas, serán torturados constantemente por sus peores temores. De esta manera les destruiré la voluntad y los pondré a mi mando. Realmente te agradezco, charlatán, pues me has regalado tres nuevos juguetes. ¡Huye si deseas, para que vuelvas a proveerme de!
- ¡¡NO ESTA VEZ, VILLANO OPROBO!! ¡¡YO TENGO FE EN MIS NIÑOS!! ¡NO COMETERÉ EL MISMO YERRO! ¡NICO, NICA, RACHEL, VOSOTROS PODÉIS! ¡NO DEJÉIS QUE OS DERROTEN! ¡CREO EN VOSOTROS!! ¡NO OS DEJARÉ, ASÍ TARDE ERAS, NO OS ABANDONARÉ NUNCA!!
- Como desees. Tanto o más que la lucha, me va a divertir tu patética esperanza. – Concluyó Uñac Huilli.
Dio el amo del castillo media vuelta y caminó hacia su trono, mientras Puño no dejaba de animar desde fuera a sus niños atrapados en el hechizo Cuna de Tinieblas.


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