LA TOZUDEZ
A veces es muy latoso este don que poseo…
- - Por décima quinta vez señora, trate de entender que
usted…
- - ¡No doctor, no! ¡Yo sólo tengo síntomas leves
del covid!
- - Eso tendría sentido de hablar de una tos seca
mínima, algo de fiebre, decaimiento. Pero no es su caso, además…
- - ¿Y? Lo mío es exactamente eso, nada más que un
poco más fuerte, pero véame, ¡estoy completamente bien ahora!
Miro a mi alrededor, suspirando frustradamente. En mis años
de carrera se topa uno con este tipo de personas, que son intransigentes al
extremo, aun mostrándoseles hechos en la cara, se comportan con una porfía cerrada. Mis ojos se posan en una mujer que se estruja las manos en un interminable
sollozo. Trato de insuflar algo de sentido común en la airada señora.
- - Su hija está llorando. No le conmueve ni un poco
ver sufrir así a su propia hij...?
- - Aish! Esta muchacha siempre ha sido una llorona
completa. Desde niña echando mocos por la más leve nimiedad. Que fuera la
cosa tan grave…
- - Lo es. El tratamiento no había funcionado y por
eso…
- - ¿Que el tratamiento no ha funcionado? Jajái!
Pero si estoy lo más curada, lo más sana. ¡Ustedes los doctores y sus pastillas
que ni funcionan, pero este santo dióxido de cloro tomándome unas gotitas me
dejó toda regia!
- - ¡Usted se basa en una sustancia de que sólo se
ha demostrado su capacidad de esterilizar superficies sin ningún estudio que
arroje un consenso de eficacia sobre el cuerpo humano! – Ya había perdido la
paciencia con ella. Una cosa era rechazar el tratamiento, pero llegar al punto
de defender fanáticamente un compuesto sólo porque encumbrados zoquetes aclamaban
su eficacia…
Mientras me restregaba los ojos tratando de calmar mi exasperación
detrás de la rezongante mujer apareció un hombre de rostro taciturno. La tomó delicadamente
de los hombros tratando de apaciguar tanta porfía.
- - Mijta por dios, hazle caso al médico, él sabe de
lo que está hablando y debes entender que…
- - A ver, no me estés interrumpiendo. Me choca
muchísimo que mi marido meta la nariz cuando yo estoy hablando. ¡Como si este médico
pudiera comprender las virtudes del dióxido de cloro, ya quisiera saber de
dónde habrá sacado su tít…!
- - ¡¡¡SEÑORA, USTED ESTÁ MUERTA!!!
Mi rugido golpeó la tozudez de la mujer, quien finalmente
logró entender. Miró tambaleante el cuerpo pálido y cubierto por una sábana, en
donde la joven empapaba de lágrimas llamándola una y otra vez. Y más allá el
otro cuerpo de un hombre también amortajado. La enfermedad se los había llevado
a ambos casi simultáneamente.
Todo rastro de tozudez por fìn había desaparecido de mi ex –
paciente al lograr entender lo ocurrido. Su esposo, agarró una mano etérea y
ambos depositaron un beso que la doliente no logró sentir. Tras eso, iniciaron
su paso al siguiente nivel.
- - Está hecho. Pero pocas veces veo un espíritu con
tanto deseo de llevar la contraria.
- - Así era mi mami. Tenía un carácter tremendo. Se
lo agradezco mucho doctor. Voy a hacerme cargo de las exequias de mis padres…
- - Lamento mucho no haber podido ser de más ayuda,
señorita.
Emprendo el camino de regreso a mi consultorio. Cada casa
que se sucede me deja con la intriga si tendrán casos iguales o peores, si esta
pandemia se habrá cobrado más vidas hoy.
Aunque, a veces, es muy latoso este don que poseo…
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